Llevamos más de dos décadas sumando horas en medios, empresas, organizaciones y universidades; con toda esa experiencia acumulada, hemos aprendido a encontrar la mejor forma de comunicar lo que queremos decir.
En Gallos ponemos esa experiencia a disposición de cada proyecto hasta el más mínimo detalle, trabajando de forma personalizada, con la visión y la creatividad con la que trabajan los artistas, combinadas con el rigor y la habilidad de los artesanos.
Comunicar es la única forma de hacer llegar un mensaje, de que nos entendamos y de que podamos tomar mejores decisiones. Gallos tiene la experiencia y las habilidades para identificar los mensajes adecuados y hacerlos llegar a la audiencia para la que están dirigidos.
Nuestro trabajo generando contenidos, desde la idea hasta el producto final en múltiples plataformas físicas y digitales -nuevos formatos que estamos explorando constantemente- nos permite entregar mensajes que serán comprendidos y recordados.
Creemos en nuestros proyectos y nos gusta trabajar en iniciativas que nos apasionan, que tienen impacto en la comunidad, el medioambiente y el desarrollo del ser humano. Las historias nos inspiran, sabemos encontrarlas y contarlas.
Periodistas, fotógrafos y diseñadores que hemos trasnochado en los cierres, que hemos fundado medios, que hemos dictado cátedras en distintas universidades y que, porque esto nos apasiona, ahora volcamos nuestra experiencia en proyectos comunicacionales de calidad.
1976: Le regalaron una grabadora, que pesaba un par de kilos. La miró y se decidió a ser periodista, entrevistando primero a la gente del barrio. Tenía 9 años.
1987: Después de salir de un liceo público, entrar a Periodismo y en la UC parecía una tarea imposible. Cuando leyó su nombre en la lista de seleccionados, apretó el puño y le sacó la madre al aire para relajarse.
1992: En su primera colaboración en la Revista del Domingo de El Mercurio –un artículo sobre la moda del bolero en los jóvenes– su editor lo llamó. “Bien, cabro, buena pluma, bueeeena pluma”. Y se la sigue creyendo.
2000 al 2010: En diez años se casó, se divorció, nacieron sus tres hijos, se enamoró y perdió a sus padres y a un hermano, que tenía apenas 50 años. “Vive el segundo”, se dice a sí mismo, convencido.
2013: La independencia la asumió después de dirigir una escuela de Periodismo. La decisión la tomó para volver a escribir, a viajar y a ser libre. Y claro, para seguir viviendo el segundo.
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‘70s: Mientras todos en el colegio jugaban fútbol, a él le dio por el karate. Quería un mundo diferente a lo que había. Y para eso había que pelear.
1982: Fue papá a los 21 años. De la nada tuvo que empezar a trabajar. Lo hizo en el momento en que se dijo a sí mismo “ya, vamos”.
1978: Viajó con un amigo por Sudamérica sacando fotos. Al volver se metió a estudiar en Foto Arte. “Esto es mío”, se dijo para terminar de convencerse.
1991: Llegó a El Mercurio, al envidiable cargo de fotógrafo en la Revista del Domingo. Una prueba más de que siempre ha podido estar donde ha querido.
2000: Después de ser editor en El Metropolitano, se independizó. Le gusta, porque toma las riendas y las desarrolla. Eso lo mantiene inquieto (y joven, como él mismo lo dice).
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1973: El diseño empezó a absorberla cuando le regalaron un libro para pintar de 200 páginas. Luego de colorearlo completo, lo calcó y lo pintó de nuevo.
1985: Entonces, la opción natural fue meterse a estudiar Diseño, en la UC.
1990: Época de bonanza para los diseñadores. Había suficiente pega para todos. El camino elegido fue empezar y seguir independiente.
2013: Trabajar con tanta gente distinta la ha enriquecido (en lo profesional, claro). Algunos clientes se volvieron estables, pero al final todos pasan y llegan otros. Lo importante, dice, es seguir reinventándose.
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1978: Venció la timidez interpretando “Dust in the wind” en el gimnasio de su colegio, el Instituto Rafael Ariztía, de Quillota. Debe haberlo hecho muy bien, porque además ganó.
1981: Con promedio 4,3 necesitaba una gran prueba especial para quedar en Diseño en la UCV. Bueno, lo logró.
1990: El salto de Quillota a Santiago fue en grande. De inmediato entró a El Mercurio, en una época en que había poco trabajo para los diseñadores. La suerte ya lo acompañaba.
2000: Sin saber de web aceptó el reto de sumarse a El Area.com. Era el más viejo de los diseñadores. A su jefe no le importó. “El talento no tiene edad”, le dijo.
2011: La crisis de los 50 la encaró independizándose. Era editor en Copesa, pero él quería emprender y también aprender. En eso está.
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2000: El año en que cambió el milenio, también cambió su vida para siempre. Escribió un cuento en el colegio, su mamá lo leyó y se emocionó. Entonces lo supo, tenía que seguir escribiendo por el resto de su vida.
2004: Tenía 17 años y por un cuento lo seleccionaron para participar en La Ruta Quetzal BBVA. Estuvo tres meses recorriendo México, España y Portugal. Después de eso tomó una decisión fundamental: iba a estudiar una carrera para escribir, conocer y contar el mundo. Al año siguiente entró a Periodismo en la UC.
2005 al 2010: En los años en que estudió periodismo se enamoró del oficio, que a través de becas y galardones por sus trabajos en diversos formatos, lo llevó a diferentes ciudades del planeta (Salzburgo, Helsinki, Antigua, etc.).
2012: Después de ser editor general de un medio, haber hecho clases universitarias de edición y haber escrito para varias revistas y sitios web, como la versión chilena de Rolling Stone y Domingo de El Mercurio; se fue por dos años con una Beca Chile a estudiar un Magíster en Periodismo, Medios y Globalización a Dinamarca y Alemania.
2014: Regresó a Chile con miles de kilómetros en el cuerpo, millones de ideas y proyectos en la cabeza, y cientos de palabras para poner en hojas en blanco.
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Es poner en común algo que creemos es necesario que se conozca. Por eso siempre, en la primera y en la última cita, preguntamos “qué quieres decir”, para luego analizar por qué, a quién y cómo decirle este mensaje. Elaboramos las ideas y los productos, para que ese mensaje llegue a sus destinatarios.